sábado, 9 de noviembre de 2013

Competencia.

Competir está dentro de la naturaleza humana. Competimos para demostrar quien es mejor, no por diversión. Y todo lo que conlleva la competición, ganar o perder, mejorar o empeorar, llegar o no a tu objetivo, conformarse o buscar siempre más, todo eso es lo que la hace grande.
Esos nervios pre-competición, todo te tiembla, el tiempo pasa despacio, cada minuto parece un siglo y solo quieres que llegue la hora indicada para darlo todo, y demostrar quien eres.
Y nuestra música, elemento esencial antes de competir, incapaces de encontrar un silencio o un momento en blanco, buscamos ese plus, esa motivación extra que nos da la música.
Y llega la hora, hay mucha gente, quizás demasiada, todo el público, entrenadores, compañeros y rivales. Pero hay un momento en el que solo estáis tú y tu sueño, un cruce de caminos, en el que todo lo que deseas choca con lo que tienes delante. Puede que ese sea el momento en el que puedes cambiar tu propio destino, puedes decidir afrontarlo con todas tus fuerzas, o ni siquiera intentarlo, y resignarte a fallar.
Empieza. Estás en medio, todo fluye a tu alrededor y no piensas en nada, sabes lo que hay que hacer, lo has entrenado hasta la saciedad y tu cuerpo realiza los movimientos precisos, tu única responsabilidad en ese momento se encuentra en tu cabeza. Has de ser fuerte, mandar sobre tu cuerpo, aunque todo duela, ve más rápido, aunque necesites una bocanada de aire, apura un poco más. Da todo lo que tengas, y nunca des nada por perdido hasta el final. Puede que lo logres o que falles, pero debes estar orgulloso de haberlo dado todo. Elegí morir por mi sueño, y jamás me rendiré, aunque no vea nada claro, aunque todo parezca imposible, lo único imposible es aquello que no intentas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario